Paredes amarillas, persianas baratas, verjas del montón y para colmo, un
espacio muy mal distribuído. Olor a café por todos lados y una telaraña
en una esquina. Sólo me acuerdo de esa mancha que me miraba fijamente a
la par de la lámpara alargada del techo, mientras mis manos pequeñas
pretendían conocer esos caminos de tu espalda y tus labios ansiosos
desenredar el laberinto formado por mis cabellos alrededor de mi cuello.
De pronto todo se convirtió en un escenario donde bailaban esas
caricias que ahora recuerdo, y los gemidos que nunca volví a escuchar
recitaban melodías y palabras que hablaban mi idioma. Evocarte no es tan
dificil después de todo, teniendo en cuenta que cada vez que parpadeaba
era tu rostro el que miraba, y tu olor estaba en mi naríz aunque solo
miraba nubes de humo con mentol. Todo eso ya cambió. Dejé de fijarme en la mancha del techo para detenerme en las que dejas en mi cama. Ahora hay vientos
en Abril que parecen de Enero, manos sudadas en la cama, gemidos
de sexo viendo noticias, suspiros de cine en nuestros sueños; Siento tus pasos en mis caminos y mis manos en los bolsillos más escondidos de tus pantalones; Manejo tus letargos y tu centro ahora es mi brújula,
tu rumbo depende de las direcciones de mi mapa, ese que tiene un lugar
donde solo vos podés dejar tu cansancio, tu sudor, y recordarme por qué y
en que momento dejé de ser solo una mente que siente para convertirme
en un cuerpo que analiza todo gracias a tu sobredosis.
Casa Hacienda Buena Vista, en Lurín
Hace 5 años